martes, 18 de mayo de 2010


El poder de los juguetes
Diciembre es un mes de compras. Las Fiestas convocan a reuniones familiares y es tradición el intercambio de regalos como muestra del afecto compartido. Dentro de la familia los chicos fueron desde siempre, los destinatarios principales de las compras de fin de año.
Hasta el punto de que actualmente, cuando la situación económica ajusta y recorta los presupuestos, son ellos muchas veces los únicos beneficiados. Papá Noel se hace presente siempre, a través de padres, tíos y abuelos, con algún regalo especial para los niños de la familia. Las vidrieras, los anuncios callejeros y la publicidad televisiva alientan estas compras al exhibir juguetes de todo tipo, calidad y variedad, con propuestas de pago y financiación para todos los presupuestos. Y es justamente la gran variedad de oferta, junto con la exigencia de los chicos que piden indiscriminada- mente frente a estímulos desmedidos, lo que muchas veces nos provoca confusión.
Las preguntas y dudas se suceden una tras otra y, ante la falta de respuesta, la compra recae no necesariamente en los mejores juegos sino en los más publicitados. ¿Qué necesitan realmente los chicos para jugar? ¿Qué cualidades y calidades hay que tener en cuenta? ¿Cómo hacer la selección en función de las distintas edades? Si pretendemos que los juguetes sean elementos que ayuden y estimulen a los chicos para un crecimiento mejor, estas preguntas merecen cierta reflexión por parte de los padres.
Jugar es una función indispensable en la vida de los niños. Es a través del juego que pueden transformar la realidad, asumir distintos roles, expresar fantasías, desarrollar la capacidad creativa, elaborar situaciones conflictivas o resolver aprendizajes de distinta índole. Y los juguetes, cuando son apropiados, son un buen estímulo para el desarrollo del juego infantil. Todos los juguetes que pueden ser compartidos o socializados, que pueden ser soporte de dramatizaciones, que permiten el manipuleo y la transformación y que facilitan el desarrollo de la imaginación son buenos acompañantes del juego de los niños. Por el contrario, aquellos juguetes que deben ser cuidados para que no se rompan ni deterioren, que no permiten el accionar del niño sobre ellos o que sólo pueden ser usados como lo indica el prospecto, poco y nada contribuyen a la actividad lúdica que se aspira que un niño realice.
El auto sofisticado de control remoto, por ejemplo, seduce por su posibilidad técnica de avanzar, retroceder girar: pero, ¿sirve para organizar una competencia? ¿Puede ser incluido en la construcción y dramatización posterior de una calle, garage o taller mecánico? ¿Puede sufrir los embates de un choque? En general sucede que una vez aprendido el uso de los comandos, por el cuidado que hay que dedicarle y por la poca posibilidad de maniobra creativa que ofrece, el auto, si no se rompió antes, pierde rápidamente interés por parte de los chicos. Son juguetes atractivos por su imagen y su valor, pero, paradójicamente, no sirven para jugar. Y no son los únicos. También hay juguetes de bajo costo, que por su material o su propuesta, resultan inútiles, cuando no conflictivos, desde la perspectiva lúdica de un niño. Las mascotas virtuales, de moda entre los chicos, son un ejemplo de esto.
Elegir entonces juguetes adecuados no es tarea sencilla. El fuerte estímulo publicitario hace que los chicos demanden aquello que se les ofrece con mayor fuerza y a veces es difícil poder conciliar. Pero el mercado también ofrece juguetes nobles, sencillos, durables y ricos en su propuesta. Por eso, para saber qué comprar, más que escuchar lo que los chicos piden, hay que observar a qué juegan.
Todos los juguetes que permiten el manipuleo y la transformación son buenos acompañantes del juego de los niños.

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